La película de hoy es unánimemente considerada como la obra cumbre de Park Chan Wook, director surcoreano que no necesita más presentación. Aunque confieso que no es mi favorita, no me cuesta imaginar porque es señalada como la mejor: Oldboy es una película excesiva. Excesiva incluso en el contexto de su filmografía previa, el diccionario se queda corto para definir los excesos de un Chan Wook desatado, cuya genialidad atropella por igual a sus personajes y a sus espectadores.
Oldboy es la historia de O Dae-Su. Un padre de familia de costumbres disipadas. Un día es secuestrado por unos desconocidos y mantenido en cautiverio durante 15 largos años que irán minando su cordura. Cuando ya ha perdido toda la esperanza, se encuentra súbitamente liberado de su prisión y con una sola idea en la cabeza: averiguar la identidad de sus secuestradores, los motivos tras su secuestro, y lo más importante: consumar su venganza.
El argumento es el único apartado no sobresaliente: a pesar de ser bastante elaborado tiene varios altibajos, le falta verosimilitud, se nota impostado y tendente a caer en el efectismo. Esto no supone un problema teniendo en cuenta que se trata de un película conceptual, al igual que sucedía en Sympathy for Mr. Vengeance. A pesar de lo trágico de la trama, el director sabe dar algunas puntadas de humor macabro con un cierto componente absurdo. Por otra parte, el guión alcanza momentos de genialidad, con frases dignas de la posteridad, en resonancia con la ya acostumbrada (y excelente) narrativa visual del director.
Técnicamente estamos ante una obra extraordinaria. Esta película es sin duda un referente absoluto del vanguardismo cinematográfico: tanto el sofisticado sentido de la estética del director como sus amplios conocimientos técnicos dan vida a un sistema de imágenes poderosas: atípicas a la par que inteligibles, alcanzando una intensidad pocas veces vista y montadas con gran precisión. No es de extrañar que sus planos, sus técnicas de rodaje, sus recursos de montaje…etc. sean objeto de estudio en muchas academias de cine y libros especializados. A ello contribuyen una fotografía no menos extraordinaria, que despunta con un magistral uso de la iluminación y los filtros, así como una OST a la altura del conjunto.
Por último, pero no menos importante: las actuaciones. El casting hace un trabajo perfecto que incluso compensa las carencias de la trama. Los personajes de Oldboy, principales y secundarios, mantienen el tipo aún en las más extremas situaciones. Especial mención merecen Choi Min-Sik y Yoo Ji-Tae, cuyas interpretaciones resultan sobrecogedoras.
Conclusión:
A Park Chan Wook le importa un pimiento la corrección política. Esta es una producción alimentada por una violencia visceral, ambientada en un microcosmos oscuro y obsesivo en el que viven monstruos humanos. Valiéndose de una técnica magistral sostenida sobre un apartado visual impecable, Chan Wook nos traslada a este salvaje y disfuncional universo. Esta no es una película para personas impresionables, tampoco para los que busquen una experiencia al uso. «Aunque no sea más que una bestia, ¿acaso no tengo derecho a vivir?» Si, Oldboy… Tienes más derecho que nadie a vivir en una industria tan empachada de autocomplacencia y dinero fácil, en la que el arte, el talento y la originalidad son especies en peligro de extinción. Ójala, digo, hubiera más bestias como tu.