La película original de Ghost in the Shell, estrenada en 1995, supone la obra cumbre de la animación japonesa tradicional. Años antes de que las técnicas digitales llegaran para no marchar jamás, Production IG emprendió el ambicioso proyecto de adaptar el manga original de Masamune Shirow en un largometraje de animación. Al timón del proyecto: Mamoru Oshii, reputado director que mediante esta obra se ganaría un pasaporte al olimpo de la animación, así como el debido reconocimiento internacional. Un producto artesanal que rebosa esmero, detalle, así como talento técnico y artístico. Y que sigue siendo uno de los grandes exponentes de su género y de su formato. La versión del análisis es GitS 2.0, con algunos añadidos respecto a la original, y remasterizando la imagen y el sonido coincidiendo con su relanzamiento en BD/DVD.
La historia nos es narrada desde la perspectiva de la Mayor Kusanagi, una cyborg que trabaja para la policía en operaciones encubiertas. Toma lugar en un futuro familiar, pero distante. En un mundo de inspiración cyberpunk, subrayando quizás un cierto pesimismo distópico, propio de una sociedad que ha caido cautiva de sus propios avances tecnológicos. A lo largo de la película compañaremos a la protagonista a través de algunas de sus misiones, y seremos partícipes de como sus vivencias influyen en su visión del mundo. Pensamientos mucho más profundos de lo que cabría esperar para una «simple» cyborg.
Visualmente la película es extraordinaria. A pesar de tratarse de dibujo artesanal, la calidad de la animación sigue siendo perfectamente actual. Y los fondos hechos a mano, pero cargados de detalles, contribuyen a crear una atmósfera densa: ambientan ese futuro frío y melancólico que tan bien refleja el nihilismo de la propia protagonista. Unos fondos que recuerdan más a Hong Kong que a Japón, ciudades-colmena para las que la tecnología no siempre se ha traducido en desarrollo. Artísticamente no se queda atrás, aunque gran parte del mérito es del autor del manga original, sus creaciones son llevadas a la pantalla con maestría. Destacan sobre todo la animación de las máquinas, recreadas con gran detalle y realismo.
La versión 2.0 añade además algunas escenas en 3DCGI, así como el remake de los créditos de apertura. Escenas que aunque no perjudican a la película si que desentonan un poco, sobre todo porque tienen un acabado técnico algo escaso para los estándares actuales.
El argumento es sin duda otro de los grandes aciertos de la película. Si Akira supuso la adolescencia del género, GitS supone sin duda su madurez. Más allá de logros técnicos, supuso un punto de inflexión en la manera de contar historias en anime, e influyó el lenguaje de muchas producciones posteriores dentro y fuera de la animación (P.Ej: Matrix) La historia emplea en todo momento una narrativa adulta, y se niega a rendirse a la acción innecesaria, manteniendo un ritmo lento pero constante a lo largo de sus casi 85 minutos de duración. El guión está dotado de una gran profundidad que invita a reflexionar. Aunque a veces peca de dar poca información al espectador, que solo sabe del mundo lo que le cuentan, que no es mucho. Otro aspecto curioso es que en GitS muchas veces hablan más los silencios que las palabras, la perfecta gestión de los silencios combinados con una BSO extraordinaria aportan un caracter único a la película, y le permiten mantener un pulso constante.
Sobre dicha banda sonora, obra de Kenji Kawai, a parte de su innegable calidad, hay que reconocerle el valor de haber recurrido a influencias étnicas, que en ocasiones suenan más a mantras hindúes que a otra cosa. Pero que en ningún momento quedan fuera de lugar, al contrario: aportan una dimensión nueva al sonido y contribuyen a hacer la película más única, si cabe.
Conclusión:
GitS es al anime lo que Blade Runner a la ciencia ficción, una película adelantada a su tiempo. Nos cuenta una historia que en aquel entonces era algo innovador, y para ello se sirve de unos ingredientes de gran calidad que la han mantenido hasta nuestros días como un referente absoluto. Como punto negativo señalar que no es para todo el mundo. No porque sea particularmente difícil de seguir, si no por mantener un ritmo muy pausado y por ofrecer al espectador pocos datos sobre el entorno. Esta es sin duda una película para aparcar el reloj y dejarse llevar.
Nota 9/10