Regresamos al cine de animación para analizar una de las películas más representativas del anime de los 80. El Castillo en el Cielo pertenece a la etapa más temprana del estudio Ghibli, pero al igual que en Nausicaa, aqui también se hacen evidentes las señas de identidad que el estudio ha mantenido hasta el día de hoy.
Sheeta: una chica heredera de un pasado misterioso que sufre el acoso de varias organizaciones. Pazu: Un humilde aldeano cuyo padre fue un reputado piloto. Y por último un grupo de piratas un tanto chapuceros. Ante todos ellos se abre una leyenda… Laputa (así se llama), un castillo flotante cuya existencia no ha sido probada, pero al que se le atribuyen toda clase de riquezas y maravillas… ¿Existe realmente Laputa?¿Estará la realidad a la altura del mito?
A nivel técnico solo podemos constatar el extraordinario trabajo de los animadores. Teniendo en cuenta el año de producción y la ausencia total de técnicas digitales el resultado sigue siendo muy vistoso a día de hoy. Lo que pierde en detalle respecto a las producciones actuales lo gana en calidad de animación y expresividad de los personajes. No son achables los diseños retro ni la autorrecurrencia temática, porque como os podéis imaginar en 1986 esto era lo último de lo último. La banda sonora también destaca con luz propia con temas de gran calidad.
Argumentalmente, muchos de los temas de Ghibli hacen acto de presencia: El ser humano como enemigo de la naturaleza, la alegoría del vuelo como símbolo de la libertad…etc. Esos trasfondos sustentan una trama sencilla, lo suficientemente simple para ser facilmente comprensible por un niño, y lo suficientemente compleja para no aburrir a un adulto. Esto junto con un guión correcto, unos personajes carismáticos (aunque tópicos), y un final a la altura de la película.
Conclusión:
Si hay algo que hay que reconocerle a Hayao Miyazaki, es que tiene las ideas muy claras. Lo que podría haber sido un simple devaneo artístico de un joven e inexperto Estudio Ghibli resulta por ser una sólida y hermosa película de animación, perfectamente planificada. Cierto es que vista en el año 2013 no impacta tanto como cuando salió en su momento. Cierto es también que, mal que nos pese, la historia no es más que una mera excusa para hacernos embarcar en este extraordinario viaje. Pero el valor intrínseco de esta producción no es tanto su historia fabulesca, como su fabuloso capital artístico que aun tras tantos años justifica el visionado por si solo.