Quien se halla tras la película de hoy es Tim Burton, ese individuo excéntrico y autorecurrente que tantas pasiones y odios despierta. La película en cuestión es considerada de forma casi unánime como lo mejor de su filmografía: partiendo de un concepto sencillo y desarrollándolo con gran atención por los detalles, entrega un producto bien terminado.
Victor y Victoria son una pareja de novios que ni siquiera se conocen, víctimas de un matrimonio acordado en una época victoriana tenebrosa y fabulada. Pese a ello las cosas no pintan mal para ellos hasta que de forma inesperada, Victor contrae también un compromiso de ultratumba del cual intentará escapar, pero no le será fácil…
A nivel técnico tenemos una fotografía impecablemente rematada, mezcla de técnicas «stop-motion» con añadidos y correcciones propias de efectos digitales. La sensación que entrega al espectador es la de presenciar un microcosmos macabro y chusco a la vez, en el que una suerte de títeres con vida propia se desenvuelven en su entorno de formas sorprendentes. Las animaciones faciales están especialmente trabajadas, y los efectos especiales rayan a un gran nivel. La cámara es quizás algo estática y predecible, pero no desentona dentro del conjunto.
Entrando a valorar aspectos menos objetivos. Las interpretaciones (de voces) son notables y contribuyen a colorear aún más la historia que se encargan de narrar. También por medio de un guión característicamente rimbombante, con vocabulario de época que se hace evidente en todo momento. También a destacar el omnipresente sentido del humor, en ocasiones macabro, que encaja a la perfección en el conjunto. El montaje es muy sencillo, al igual que la historia. Resulta dinámico y hace que la película (que ya de por si es bastante breve) vuele ante tus ojos.
Conclusión:
La pega principal que se le puede poner a la película es tacharla de poco ambiciosa. Y es verdad: La historia es demasiado simple, incluso teniendo en cuenta la brevedad de la cinta. Nos dará la sensación de que tras tanto gag, tanto enredo y tanta canción frenética, el chásis que lo sostiene todo es insuficiente. Esa incómoda sensación que queda cuando ves algo que te gusta, pero sabes que un pequeño empujón en la dirección correcta lo haría mejorar enteros.