Con el reciente fallo del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, me pareció oportuno rescatar esta película que ví en su día y me sorprendió agradablemente. Esta obra es un capítulo más de la larga lucha que tuvo lugar en el último siglo en los EEUU a favor de los derechos civiles, de los derechos de los homosexuales en esta ocasión.
Harvey Milk acaba de cumplir cuarenta años. El día de su cumpleaños conoce en el metro a un joven con el que inicia una relación y le incita a salir del armario y vivir como realmente es. Juntos deciden mudarse a San Francisco, la ciudad más tolerante con los homosexuales y abrir una tienda en la Calle Castro, que pronto se convertirá en un lugar de referencia para los gays de todo el país. Frustrado ante el acoso de la policía, Milk decide iniciarse en la vida política para defender los derechos de los homosexuales desde las instituciones. Tras varias derrotas electorales, consigue entrar en la cámara de supervisores de la ciudad de San Francisco, siendo así el primer hombre abiertamente homosexual en ser elegido para un cargo público. Sin embargo, por todo el país surge un movimiento que busca discriminar la homosexualidad liderado por la famosa cantante Anita Bryant y cuando un senador recoge el guante de la cantante, la lucha por los derechos civiles se traslada a San Francisco.
Esta biografía de Harvey Milk nos muestra tanto la fugaz pero interesante vida política del protagonista como su tortuosa vida sentimental con otros hombres. Por su interés, adquiere mayor relevancia la cara pública de Milk, con las sucesivas campañas electorales y el uso de los activistas como arma política. Por otro lado, la película se adentra superficialmente en el estilo de vida de los homosexuales de los años 70. Inicialmente sirve para mostrar las discriminaciones problemas a las que se enfrentaban los homosexuales, pero al cabo de un esta parte de la trama acaba volviéndose reiterativa y un poco aburrida. Al margen de ello, el argumento está bien concebido, introduciendo al espectador en los años 70 y a pesar del ritmo lento intrínseco a la intriga política, el director evita que el ritmo decaiga durante mucho rato.
Aun siendo una obra biográfica, el director no se tomó la molestia de definir al personaje más que a través de la política y sus relaciones sentimentales. Estos fallos pasan desapercibidos gracias a la caracterización de Sean Penn que da vida a un personaje vibrante y magnético, puede que incluso más que el original. También hay que destacar a Alison Pill, que pese a tener un papel muy marginal, llama mucho la atención.
Conclusión:
Milk es una película solvente y sólida que no defrauda, pero que tampoco llega a encender los ánimos. El gran logro del director, y en buena medida del actor, es conseguir que los espectadores se identifiquen con Harvey y este a la expectativa de la batalla política de Milk por los derechos civiles.